Objetivamente uno no puede
“perder” a alguien a menos que esa persona se marche para siempre. Cuando
digo para siempre me refiero a que abandone el mundo terrenal para pasar a
mejor vida, y se trataría de una pérdida, pero no en sentido estricto. Pero uno
no puede perder a alguien que sigue en este mundo, porque las personas no se
pertenecen, eso decía la chiquilla de Desayuno con Diamantes y es en mí opinión
una de las pocas cosas en las que le doy la razón (aunque sé que se la doy a un
mero personaje de ficción, tranquilos). Creemos haber perdido a alguien cuando
esa persona deja de sentir lo que sentía por nosotros, cuando dejan de
importarle los detalles absurdos que cobraron valor en tiempos mejores, cuando
–como dice el guapo de Sabina- no le pedimos perdón, pues nos perdonará, porque ya no le importa, y en ese preciso
momento sentimos que una parte de nosotros desaparece y un vacío es lo que nos
queda. Siempre podemos hablar con el eco de las montañas, como hacía el
Principito, pero quién es feliz hablando con montañas estúpidas cuando se ha
perdido a una flor.
Qué es lo que hace que alguien
pase a formar parte de ti, que se metamorfosee en tu carne y tu corazón que
late dejando al marcharse una herida incurable. Cómo cuesta tanto vivir sin
alguien que jamás habías necesitado, volveríamos a la comparación del
chocolate, que quien no lo ha probado puede vivir sin él, pero el que ya lo
conoce vive enganchado a ese maravilloso placer hasta el último día del resto
de su vida. Y cómo es posible que, en ocasiones, llegue alguien capaz de colmar
ese vacío como si jamás hubiera pasado nada. Quizá somos demasiado complicados,
o puede que todo lo contrario, puede que seamos tan simples y superficiales que
nos dejamos vaciar y colmar constantemente porque creemos que en eso consiste
el juego de la vida. O puede que seamos estúpidos, será eso.
También es verdad que, aunque
algún individuo con dotes de galán consiga colmar el frío hueco que dejó todo
lo anterior, las heridas del alma no tienen cura, porque en lugar de cerrarse
se convierten en parte de nosotros. Y con el tiempo todos somos un poquito más
exigentes con aquellas personas que pretenden ser parte de nosotros, a veces exigimos hasta llegar a tal punto que terminamos por abrazarnos a ese vacío tan nuestro, nos abrazamos a él porque al menos no nos hará más daño que el que ya conocemos. En otras pocas
ocasiones hay quien pierde toda exigencia y entonces sucede que se pierden con
ella y cubriendo el hueco del dolor nunca se sintieron tan solos ni tan vacíos.
Sofía
Sofía
No hay comentarios:
Publicar un comentario