lunes, 27 de agosto de 2012

La vida jamás es demasiado

Supongo que la vida nunca debería ser demasiado larga como para olvidar ciertas cosas. En realidad no tiene ningún sentido que la vida llegue jamás a ser "demasiado" larga, o "demasiado" bella, o "demasiado" sencilla. La vida nunca es demasiado. Solo pienso que la vida empieza ser larga cuando olvidas algunas vivencias, cuando tu cansado y perezoso cerebro almacena en el trastero ciertas experiencias en las que quizá algún día escarbes, o en las que quizás no. Por eso no deberíamos olvidarnos de nada. Deberíamos escribir sobre cada una de las personas que hemos conocido, memorizar sus facciones, su personalidad y grabar su risa en una de esas cutres grabadoras. Deberíamos llevar cientos de papeles y bolígrafos como complemento esencial para vivir, no deberíamos dejar de escribir jamás. Y por eso las autobiografías son en ocasiones tan aburridas, porque alguien debió pensar algo parecido a lo que yo os cuento. 

Sofía


jueves, 9 de agosto de 2012

Los héroes del siglo XXI

“Quién será el hombre… quién monstruo será”

Así comienza y termina otra maravillosa película, una de las que me acompañan en los catarros y las tardes de lucha contra el tiempo. Un bufón en París cuenta la historia de un hombre y un monstruo, al encontrarnos con los dos individuos el espectador rápidamente le da al jorobado el título de monstruo, y al juez el título de hombre. Conforme avanza la película esos títulos cambian al instante y el espectador olvida el aspecto del jorobado para ver las maravillas que hay en él, y aquel al que llamaba hombre pasa a considerarse un ser patético del que lo único que se puede sentir es pena.

Otra vez con las dichosas palabras. Quizá el problema es que nuestra lengua es demasiado rica, o puede que, probablemente, el problema sea la ineptitud ocasional o permanente del ser humano. A mi juicio igual que del tonto se dice que es el que hace tonterías, el monstruo es el que actúa de forma monstruosa. Y qué ignorantes los niños que se van a dormir con la vista puesta en su armario, con los pies bien dentro de la cama, por si aparece la criatura que, supuestamente, habita debajo. Qué pobres aficionados esos que dibujan a los monstruos con ojos separados, con pelajes color violeta, con cuernos de cabra, con lenguas de fuego. Se están perdiendo la realidad, la mentirosa realidad. Vale, vale, no es la realidad la que dice mentiras, somos nosotros los mentirosos.

Los monstruos son los que tienen la mirada puesta en acciones oscuras, los que visten con piel de cordero escondiendo al lobo, los que escupen rabia y, sobre todo, idiotez por la lengua, los que no miran otra cosa que su ombligo, pero imagino que lo miran con los ojos cerrados, porque si fuera cierto que abren los ojos, entonces no dedicarían tantas palabras de crítica al resto, y comenzarían por ellos mismos. Me doy cuenta ahora de que, después de todo, esos aficionados a la pintura de criaturas monstruosas no van tan mal encaminados. Estas criaturas monstruosas, además, se distinguen por ir en manada, jamás asustarán a nadie en solitario, suelen hablar sin pensar, y de hecho, no estoy segura de que piensen demasiado aún estando calladas.

Hace unos días, recién llegada de la Universidad de los Monstruos, (así se llamará la próxima de Monstruos S.A. y estaba deseando escribirlo) aportó a la lista de sandeces a las que su manada de monstruitos suele apuntar la perlita que os explico a continuación. Decía que aquellos niños que nacen con malformaciones, que tienen algún tipo de discapacidad no deberían nacer, ¿por qué?, muy sencillo: porque son monstruos. Lo sé, lo sé, tranquilos. Señora: los niños no son monstruos, los monstruos son los que acaban con los niños, no solo ha metido la pata hasta el fondo al hablar, sino que, probablemente, ha hecho daño a mucha gente.

Con este post (un poquito cargado de rabia) no pretendo ofender a nadie, en realidad me gustaría apoyar a todos los que se han sentido ofendidos (el resto de la población con cerebro y corazón), y decirles que no importa, que los monstruos están por todas partes, que piensen que hay más familias unidas que manadas de monstruos ofensores, más niños “discapacitados” que sonríen que estupideces escupidas por descorazonados. Y entrecomillo “discapacitados” porque tampoco me gusta esa palabrita, y no me gusta porque esos niños tienen capacidad para un millón de cosas que muchos otros seríamos incapaces, salen adelante, y le dicen sí a muchas cosas que otros decimos no. Son héroes, son los héroes del siglo XXI.

Sofía



miércoles, 1 de agosto de 2012

Buenos días, agosto




Buenos días, agosto. ¿Cómo has dormido? Pensé que no llegarías jamás. Y aquí estamos, otra vez los dos. Sabes… cada vez que nos encontramos después de tanto sin vernos me invaden un sin fin de recuerdos y me transporto en el tiempo, allá cuando aún no tenías esas jóvenes arrugas, allá cuando aprendías a nadar en las aguas del Mediterráneo, allá cuando empezabas a amar, y por un segundo se me olvida que estás aquí, con esas patillas tan modernas y ya canosas, mirándome y esperando ese abrazo de reencuentro. ¿Dónde quieres ir? A veces pienso que te aburres de este sol, de esas tormentas tan predecibles de los últimos días, me pregunto si no te gustaría ser septiembre, pero en seguida me digo a mí misma lo equivocada que estoy. Quién sería septiembre pudiendo ser agosto. Iremos a pasear solos, como siempre, porque estoy cansada de julio y esas aglomeraciones de gente que no conozco y que jamás conoceré, de junio y ese olor a pólvora. Quiero estar sola, sola contigo. Solo te pido que no te marches pronto, agosto. Que te quedes un poco más, que le digas a septiembre que siga durmiendo, que todavía no le esperamos.

Sofía

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